(Castellano) Homo Oeconomicus

ECONOMICS, ORIGINAL LANGUAGES, 24 Jun 2013

Enrico Euli – TRANSCEND Media Service

Por si a caso se cae el mundo, yo me muevo un poquito más allá…
(R.Carrà, Tanti auguri)

La creencia de que el hombre es sólo un animal racional y que la racionalidad represente su característica peculiar y específica no ha sido contrastada por la ciencia ni por el sentido común. Aunque fuera así, la racionalidad no aseguraría un enfoque adecuado y apropiado a la catástrofe, debido a que tiene limitaciones inherentes e insuperables en la lectura de la complejidad.

De acuerdo con Herbert Simon, “la capacidad de la mente humana para formular y resolver problemas complejos es muy pequeña en comparación con el tamaño de los problemas que debe resolver para obtener un comportamiento objetivamente racional en el mundo real o incluso una aproximación razonable a la racionalidad”.

Muchos estudiosos, entre los primeros Gregory Bateson, consideran la posibilidad de que un cierto tipo de racionalidad, hoy sin duda dominante, está contribuyendo a favorecer los procesos de degradación y destrucción de los sistemas vivos, y puede incluirse entre las causas de la misma catástrofe.

Este tipo de racionalidad, fundada tan solo en la finalidad consciente, vendría a integrarse y coludir a la perfección con los mecanismos de defensa inconscientes y, frente a la catástrofe, reforzaría todos los procesos tendientes a su ocultamiento y negación: no querer ver / no ser capaz de ver (escisión), o: ser capaz de ver, pero remover / negar (rechazo / negación / denegación).

A través de incesantes y costosos intentos de racionalización (que pueden adoptar, en función de cada caso, la forma del justificar, minimizar, an-estetizar, ridiculizar, despistar, postergar…) se va a configurar lo que podemos llamar ignorancia consciente.

Las personas habitualmente perciben y piensan según modalidades no racionales y anti-experimentales: en general, si una nueva experiencia cuestiona una de nuestras propias premisas, preferimos falsar (manipular, tergiversar, negar) la experiencia perceptiva antes que cambiar de opinión.

La negación es alimentada por un mecanismo de defensa, conocido como disonancia cognitiva, y así la explica el psicólogo Paul Fabbri: “Cuando percibimos una incongruencia entre nuestro comportamiento y algo en relación al cual nos vemos impelidos a reflexionar, por ejemplo respeto a cosas en las que estamos involucrados y convencidos como individuos o como grupo, necesitamos reducir esta “disonancia”. Entre los dos factores que chirrían, nuestros hábitos y la información que recibimos, modificamos el más fácil de cambiar, las informaciones y nuestra actitud hacia ello. Buscamos soluciones de huída, que nos permitan salir de la disonancia. Si digo “es importante que todo el mundo pague sus impuestos”, pero yo no los pago, vivo una incongruencia que tengo que resolver: probablemente seguiré sin pagar los impuestos, pero diré que es por culpa del Gobierno o porque otros no lo hacen, y poco a poco distorsiono mi percepción sobre la obligación de pagar impuestos”.

El mecanismo de la disonancia cognitiva, introducido por León Festinger en 1957, se realiza cuestionando, cambiando y distorsionando los elementos que alimentan el malestar. Este es un mecanismo involuntario, como se ha demostrado con  experimentos ya famosos: si acerca de un tema nos sentimos implicados con una de las partes, involuntariamente reinterpretamos las informaciones sobre este tema, tratando de hacer que coincidan con el grupo al que pertenecemos. Se reduce la eficacia de la comunicación que llega al otro lado, y que provoca la disonancia, distorsionándola, modificándola, interpretándola y devaluándola. Se trata de un mecanismo de procesamiento cognitivo que se activa a diario como defensa frente a las comunicaciones persuasivas, pero funciona al revés: defiende del bombardeo de la publicidad que quiere imponer necesidades artificiales, así como evitar la desestabilización, la molestia que causa el tener que cuestionar una convicción o un estilo de vida.

La ignorancia consciente representa la estrategia de supervivencia primaria para adaptarse a la catástrofe en curso; para la mayoría de los seres humanos que la practican no representa el problema, sino la solución.

Hay muchas personas cultas e intelectualmente capaces que no pueden evitar una ignorancia consciente. Podríamos decir, para más paradoja, que gran parte de su impotencia para actuar incluso se justifica y motiva precisamente por lo que saben: “Estamos tratando de confirmar si todavía es demasiado pronto para estar seguros de que ya hemos llegado demasiado tarde”.

De la docta ignorancia socrática, propia del homo sapiens sapiens, se ha llegado a su inversión completa: el “no saber de saber” (ignorancia consciente) se ha convertido en  el lema ganador del homo insapiens sapiens, que aparece como una nueva especie, el resultado de una mutación antropológica: el homo oeconomicus.

Si prevalece la ignorancia consciente significa que todos sabemos, se nos ha informado de la catástrofe en curso, la vemos, la sentimos en el cuerpo y las mentes, hasta nos sentimos mal. Pero la negamos, la removemos, fingimos ignorarla. Y, al hacerlo, sobrevivimos.

La inacción y la ocultación del conflicto cognitivo, por tanto, derivarían de un parad-oxímoron: una ignorancia consciente.

A diferencia de los dinosaurios, nos extinguiremos bien informados y para nada ignorantes del por qué y el cómo sucedió esto.

Para profundizar:

Bateson G. (1980), Mente e natura, Adelphi, Milano

Cohen S. (2002), Stati di negazione. La rimozione del dolore nella società contemporanea, Carocci, Roma

Fabbri P. (2008) in Caserini S. (2008) A qualcuno piace caldo. Edizioni Ambiente, 2008

Festinger L. (2001), Teoria della dissonanza cognitiva, Franco Angeli, Roma

Pasolini P.P. (1976), Lettere luterane, Einaudi, Torino

Simon H.A. (1985), Causalità, razionalità, organizzazione, Il Mulino, Bologna

Taleb N.N. (2008), Il cigno nero, Il Saggiatore, Milano

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Enrico Euli es investigador y profesor de Metodologías del Juego a la Universidad de Cagliari (Cerdeña). Sigue (y es perseguido por) las catástrofes, por lo menos desde la publicación de uno de los libros del que es autor: “Casca il mondo” (Ed. La Meridiana).

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