(Castellano) VI. La Democracia de Altares

ORIGINAL LANGUAGES, 21 Jan 2013

Fernando Montiel T. – TRANSCEND Media Service

En el Cáucaso las guerras del pasado y del futuro vuelven a todos geopolitólogos: en Bakú todos saben que sus compatriotas al sur de la frontera –los 35 millones en los que Fakhrinur deposita su esperanza– podrían ser la infantería de un ataque estadounidense contra Irán a cambio de que la “comunidad internacional” –es decir, Washington y sus amigos– consienta una ofensiva azerí contra Armenia por Nagorno-Karabaj. Pero con el conocimiento geopolitológico también viene la ceguera. Deslumbrados por la posible guerra que habrá de venir para quitarles a sangre y fuego la humillación de la derrota, los azeríes no ven, o no quieren ver, o hacen como que no ven la oscuridad en la que viven.

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Independencia no es democracia. La historia de Azerbaiyán en estas líneas es breve y no exactamente muy presentable. A continuación, la historia democrática azerí en tres actos:

El primero: entre 1991 y 1992 un viejo líder comunista, un académico y un opositor se turnan la presidencia ante el vendaval de la transición.

El segundo: entre 1992 y 1993 Abulfaz Elchibey se levanta como el primer y último presidente no comunista elegido democráticamente en Azerbaiyán.

El tercero: desde 1993, Heydar Aliyev –antiguo comunista retirado– es invitado por Elchibey para mediar un conflicto interno; termina por asumir el poder tras un golpe de Estado. Muere diez años después y su hijo asume la presidencia hasta el día de hoy.

Fin de la historia.

No, independencia no es democracia. Elchibey fue elegido en 1992 con el 54% de los votos; aunque no es un porcentaje muy espectacular sí está ajustado a la normalidad democrática. Más legítimo –dicen– fue Heydar Aliyev padre quien, tras derrocar a Elchibey, organizó un referéndum que ganó con un margen más o menos amplio: 99%. ¿Y su hijo? Ilham Aliyev aunque menos popular, no deja de ser todo un ganador: 76.84% de la votación se volcó a su favor en el proceso electoral de 2003 y mejoró todavía más en la elección de 2008: 87%. Los resultados están a la vista. Lo demás –es decir, la tormenta de acusaciones de fraude por parte tanto de la oposición como de observadores internacionales, los señalamientos sistemáticos y repetidos de autoritarismo, de abuso a los derechos humanos, de falta de transparencia y corrupción– es lo de menos.

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Pero eso es el pasado. Hoy en pleno 2012 el mundo es muy diferente y Azerbaiyán es un país moderno. ¿El nombre del aeropuerto? Aeropuerto Internacional Heydar Aliyev. ¿El centro cultural más chic de Bakú? Centro Cultural Heydar Aliyev. ¿Una de las fundaciones más importantes, obviamente “independiente”, “no-gubernamental” y “ciudadana”? La Fundación Heydar Aliyev. ¿La principal sala de conciertos? El Palacio Heydar Aliyev localizado frente a la Plaza Heydar Aliyev en la que se levanta el monumento a Heydar Aliyev a un costado de la Avenida Heydar Aliyev.

La estatua del mandatario anterior adorna el parque que lleva su nombre. Tiene la mano extendida y apunta al banco central que se encuentra justo frente a ella. “Es como si estuviera cuidando su dinero” bromea Rashid mientras caminamos el pequeño espacio que separa la bóveda de su guardián.

Alrededor de la ciudad la imagen del antiguo aparatchik soviético es omnipresente: casi la totalidad de los anuncios espectaculares lo retratan en diferentes poses y expresiones –aquí se le ve sonriendo a la cámara, ahora de perfil mirando al horizonte y por allá, de gesto sobrio, levantando la mano en una arenga. Sus frases –”celebres” sólo para los azeríes– aparecen grabadas en piedra en todas las entradas y salidas de todas las estaciones del metro de la capital.

Pese a su muerte hace más de una década, el difunto es el hombre del momento.

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–No es casual –confirma Olga Perevezentseva.

La profesora de la prestigiada Universidad Lomonosov en Moscú –institución que en tiempos de la Guerra Fría educaba a las élites del mundo socialista– explica:

–Este presidente es autoritario, eso es claro, como lo fue también su padre, pero al menos aquél hizo algo por el país: impidió que los oligarcas y los liberales lo saquearan como Yeltsin y su gente hicieron con Rusia.

Habla al tiempo que fuma y toma café.

–Este presidente cree que apoyándose en la imagen de su padre podrá gobernar mejor, después de todo, “es una democracia”.

Olga Ironiza con elegancia y es que maravillosos, casi mágicos, son los instrumentos democráticos que resultan bien útiles para fines autoritarios.

–Así es el espacio ex soviético –concluye al tiempo que exhala una bocanada de humo y apaga el cigarro.

Vaya acertijo, para ser y parecer una democracia moderna, Azerbaiyán padece y practica abusos dignos de una añeja tiranía.

Pero la vida sigue y los retratos de los Aliyev –ya del padre, ya el hijo o el del espíritu santo de la dinastía que ambos representan– seguirán adornando Bakú. Tiendas de abarrotes, papelerías, oficinas, restaurantes, todos tienen la imagen del Aliyev favorito. Los hoteles van un paso más allá: presumen en sus vestíbulos bustos de piedra o bronce en ofrenda permanente al salvador de Azerbaiyán.

Si no son altares, bien podrían serlo.

V. La historia maldita
IV. El dolor en primera persona
III. La esperanza de la guerra
II. “Azerbaiyán del sur”
I. Cartografía del limbo

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Fernando Montiel T. es miembro de TRANSCEND, profesor (en la Maestría en Estudios de Paz de la Universidad de Basilea -Suiza-, en el Postgrado en Negociación de la Universidad de Buenos Aires -Argentina- y en el Poder Judicial en México). Es analista (por siete años se desempeñó como consultor del cuerpo diplomático acreditado en México; realizó más de cien análisis sobre una variopinta miscelánea de temas -desde política exterior de Estados Unidos, pasando por América Latina hasta las guerras de Afganistán, Irak y las crisis en la región de Asia Central entre otros). Es mediador (¿un orgullo? formar parte, por invitación de Johan Galtung, de TRANSCEND –www.transcend.org- como especialista en procesos de mediación y resolución de conflictos).

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